LOS ASALTANTES DEL CIELO

05 Nov, 2019

Autor: Gonzalo Contreras

Nacionalidad: chilena

Año Publicación: 2019 / 402 páginas

En “Los asaltantes del cielo”, Gonzalo Contreras escribe una secuela que en realidad no lo es. Han pasado seis años desde esa historia anterior y el movimiento del mundo ha esculpido a los personajes, haciendo que ese “no verse nunca más” del desenlace, sea  cada vez más difícil de sostener.

En “El Nadador”, la exitosa novela de 1995, nos quedamos con la separación de Cristina y su padre Max Borda. El escritor retoma ahora la historia justo después del cambio de siglo, específicamente en el 2001. El mismo autor lo desliza en una entrevista: no podía separar más tiempo a Max de su hija Cristina. Y eso, es lo que debe ocurrir con un buen contador de historias. La vida de sus personajes siempre debe continuar más allá del punto final.

La historia comienza con una larga escena íntima: el personaje principal acaba de ducharse y sale del baño tras una nube de vapor. La bata y la toalla envolviendo la cabeza de Cristina, su pelo mojado, la madeja enredada de pensamientos que luchan por prevalecer. Mientras esto ocurre, comienzan lentamente a rebelarse los universos de la novela, todo a través de la ansiedad de la protagonista y una sincera conversación con su pareja, quien no parece comprender la trascendencia de lo que está por ocurrir. El reencuentro de Cristina con su padre, luego de seis años, implica retrospección y esa necesidad inherente de quienes se separan, de mostrarle al otro que están bien a pesar de su ausencia. Ambos necesitan que el otro acepte a su pareja actual, ambos necesitan que el otro los acoja, a pesar del pasado. Por un lado, Cristina se ha casado con un hombre más joven, artista e idealista. Por el otro, el padre ha consumado el romance con la que fuera su cuñada y es consciente de que esta situación todavía no ha sido aceptada por su hija.

La tradición introspectiva es muy propia de los descendientes de Donoso y bastante se ha comentado ya sobre la herencia de Contreras. Esa que a ratos calla los sonidos de lo visible y se centra en las voces internas que nos gobiernan. Nuestra constate necesidad de crear agendas y responsabilidades, nos conecta muchas veces con lo que nos conviene y no con aquello que añoramos. Tal vez Cristina ve en este marido joven y soñador, que sueña con montar una ópera a partir de Tierra Baldía de T.S. Eliot, una ventana hacia lo que nunca se ha permitido vivir, como una esperanza de esas extrañas, desubicadas, que están presentes para ser de utilidad en el futuro. Pareciera que él la ha llevado a descubrir su belleza, desde aquel momento en el que se conocieron en la fiesta de su amiga Bárbara. Gastón lee el poema para ella y por ella. Pero el acontecimiento esperado, es tan solo el combustible.  La clave está en la tortuosa espera. Cristina no está segura de que Gastón pueda llevar a cabo su ambiciosa obra, pero necesita imperiosamente que lo logre. Es como si este episodio, que se da como marco de la relación con su padre, sea la única forma de confirmar quien es y que sus decisiones han sido las correctas.

Probablemente las imágenes que se confabulan con el lenguaje preciso y constante de ésta, la séptima novela del escritor, son reflejo del profundo conocimiento de la psiquis de los personajes. Gonzalo Contreras probablemente ha estado ahí, ha escuchado sus voces y ha pasado por las cavilaciones que socaban la mentirosa armonía de la socialité. Tal vez sea esa la razón que lleva a Max Borda a ver con desconfianza a Gastón, y a Cristina, a no aceptar a su tía Virginia como la compañera de su padre.  Cobran valor aquí los diálogos claros y bien construidos que logra el autor, en donde incluso es posible percibir el tono de las voces y sus intenciones.  A medida que la trama se desarrolla y se acerca al tramo final, serán estos los que regalarán el vértigo que precede a la conclusión.

Vale la pena leer a Contreras porque nos invita a detenernos a escuchar los diálogos pequeños que conforman lo más grande que tenemos: nuestra intimidad.

Quedan pocos narradores como Contreras en los rankings y eso está mal. En tiempos difíciles, el mejor diálogo estará acompañado del lenguaje que crea una realidad verdaderamente humana y que entiende que las emociones, merecen la reflexión sobre su origen y hacia donde nos llevan.

Quedan pocos narradores como Contreras en los rankings y eso está mal. En tiempos difíciles, el mejor diálogo estará acompañado del lenguaje que crea una realidad verdaderamente humana y que entiende que las emociones, merecen la reflexión sobre su origen y hacia donde nos llevan.

Recomendación

Este libro es para los que son capaces de disfrutar la musicalidad en la narración. Para aquellos que entienden que se pueden construir grandes historias en torno a hechos que parecen triviales, pero que desde la perspectiva de un personaje, son la explosión del universo. Probablemente, un adulto lector y avezado sabrá disfrutarlo más, al igual que aquellos que quieran desafiarse a leer a uno de los mejores narradores que tenemos en Chile.

G.E.W.

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