De profunda convicción cristiana por su origen anglicano, el inglés Charles Dickens siempre fue asociado a los escritos de la época victoriana (cúspide de su Revolución Industrial y del Imperio británico del siglo XIX.), donde habla de esclavitud, injusticias sociales e infancias abandonadas como en su célebre Oliver Twist (1839); sin embargo su famosa novela “Cuento de Navidad”, trascendió todas las épocas y a pesar de haber sido publicada en diciembre de 1843, su mensaje resuena fuerte y claro en nuestra sociedad actual. Cuento de Navidad es una novela corta que narra la historia de un hombre avaro y egoísta llamado Ebenezer Scrooge y su humanizada transformación tras recibir la visita de una serie de fantasmas en Nochebuena.

 

 

Dickens no sólo nos regala una narrativa entretenida; sino que apela a nuestra emocionalidad y nos instala en el verdadero sentido de estas fiestas, donde muchas veces tenemos más presente los regalos y nos olvidamos del cumpleañero y los valores que un 25 de diciembre trajo al mundo.

Los relatos de navidad son mágicos y están impregnados de ilusión y esperanza. Detenernos y darnos el tiempo de leerlos en familia o junto a nuestros hijos, es una forma cercana de celebrar el “adviento”, esta dulce espera que nos permite la reflexión conjunta sobre el valor de los ritos, de la unión y la mirada generosa a los que están solos, enfermos o viven en precariedad.

 

 

Los libros son ese reservorio del paso del hombre por la historia, allí volvemos a nuestra infancia y en su lectura somos todos iguales, por ello obsequiar un libro constituye un simbolismo que nos hace llevar a la persona querida en el corazón, al momento de buscar el título o autor adecuado; porque después de estos duros años de encierro, debemos volver a la vida, y aferrarnos a todo lo posible, regalar libros es regalar conocimiento, entretención y buscar el crecimiento personal del regalado; para así  vibrando quedarnos en el hueco de su alma.

 

 

– Víctor González Frías –