Chilenidad y Literatura

13 Sep, 2021

                                                                                                                       

«Chile, fértil provincia, y señalada

de remotas naciones respetadas

por fuerte, principal y poderosa;

la gente que produce es tan granada,

que no ha sido por rey jamás regida

ni a extranjero dominio sometida.»

 

Es septiembre con su primavera, sus remolinos de colores y también con sus dolorosas cicatrices, el período del año que nos llama siempre a mirarnos e indagar en lo llamado “chileno” o “chilenidad”.

 

Que resistimos 400 años el dominio español, que fuimos dueños de la luna, que nuestra bandera ganó un concurso mundial, que nuestro himno es el segundo más hermoso del mundo después de la Marsellesa, son parte del relato e imaginario popular que se pierde en la nebulosa del tiempo.

 

Fue en trozos de cuero, pedazos de cartas y cortezas de árbol, donde el poeta y noble español Alonso de Ercilla y Zúñiga escribió el primer texto literario referido a Chile, su geografía y habitantes originarios, en un periplo de 17 meses que se inicia con su llegada a Coquimbo en abril de 1557.

 

Es la “Araucana”, poema épico publicado en 1559, quien nos nombra, nos describe, nos visibiliza y nos instala en el panorama literario del renacimiento europeo, gracias a la pluma de Ercilla.

 

 

 

 

 

Esta tradición descriptiva y casi documental es recogida también por misioneros, exploradores, pintores y artistas del siglo XIX como el alemán Mauricio Rugendas, Vicente Pérez Rosales y sus “recuerdos del pasado”, Bernardo Philippi y su epistolario cartográfico o la sublime “Historia física y política de Chile” que conoce la luz en 1844 de la mano del naturalista francés Claudio Gay Mouret.

Cada uno de ellos intentando dar rostro a un paisaje cosmogónico y vegetal que los conmovía y que los habitó a cada paso.

 

Esta “copia feliz del edén”, no sólo se ocupó de crear himnos y símbolos patrios después del período de independencia nacional.

 

De mano de Francisco Bilbao, Miguel Campino y José Victorino Lastarria nace La Sociedad Literaria de 1842, grupo político y literario, que tuvo como fin fomentar la originalidad de los creadores nacionales, reforzar la calidad social de la literatura y rechazar los modelos literarios extranjeros, dando origen a una “Chilenidad” literaria que inspiró a creadores como Alberto Blest Gana, quien publica en 1862 el mítico “Martín Rivas” y posteriormente “El Loco Estero”.

 

También irrumpen las figuras de Baldomero Lillo a comienzos del siglo XX, quien nos devela las inhumanas condiciones de vida y trabajo de los obreros del carbón en “Subterra: cuadros mineros” de 1904, dando cuenta de esa otra realidad que fue descuidando el relato oficial, al que se oponen los cuentos también de Manuel Rojas, María Luisa Bombal y la extensa obra Mistralina.

 

La Chilenidad, como concepto aparece por primera vez en el programa del gobierno del educador y presidente Pedro Aguirre Cerda, quién creía que lo identitario, no sólo constituía una fuente formativa de las nuevas generaciones; sino que debería ser la fuente del esfuerzo para generar capital, trabajo y desarrollo social, integrando el rico acervo del mundo popular y provinciano.

 

Gabriela Mistral y su “Poema de Chile”, Oreste Plath y sus investigaciones folclóricas, Pablo de Rocka y la “Epopeya de las comidas y las bebidas de Chile”, el “Canto General” de Pablo Neruda o el inmenso trabajo recopilatorio de la sabiduría campesina de Violeta Parra o Víctor Jara, dan cuenta de la amplitud de miradas que construyen el particular sello de nuestra nacionalidad.

 

Actualmente se habla de una “nueva chilenidad”, como intentando resignificar una antigua forma de “ser chileno”, pero cabe consignar que, al revisar el recorrido literario de nuestros creadores, ellos ya habían avizorado la integración de la multiculturalidad y la gran riqueza patrimonial de nuestra gastronomía, tradiciones religiosas, espirituales y el amplio legado lingüístico de dichos y refranes de esta loca geografía llamada Chile.

 

Son nuestros pintores, naturalistas, folcloristas y escritores los que han retratado, inmortalizado y difundido “lo chileno” a través de sus obras, entregándonos los ingredientes necesarios para construir entre todos y desde todos los territorios una identidad única que se prometió desde la independencia ser esa “dulce patria” y el “asilo contra la opresión”.

 

– Víctor González Frías –

 

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